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16,15 €PREFACIO DEL AUTOR A LA EDICIÓN EN CASTELLANO, Peter Berresford Ellis, 2011
Muchas cosas han ocurrido en Irlanda desde que este libro se publicara por primera vez en marzo de 1972. Su única pretensión era dilucidar el desarrollo y la participación de la clase obrera irlandesa en la lucha por la liberación nacional y social. Mi intención era ampliar la obra clásica de James Connolly Labour in Irish History (El trabajo en la historia de Irlanda, 1910).
Para mi asombro, en pocos años empezó a considerarse un moderno clásico de la historia irlandesa. En julio de 1985 y febrero de 1996 se publicaron sendas ediciones actualizadas. También se ha publicado en distintos paÃses, entre ellos Japón, en 1991. Esta es la primera vez que se traduce al castellano. Después de cuarenta años de haberlo escrito, me sigue sorprendiendo que me pidan nuevas ediciones en otros idiomas.
En los siglos XVI y XVII, cuando Irlanda fue conquistada por su vecina Inglaterra, el proletariado irlandés se convirtió inevitablemente en el principal motor de la lucha por la emancipación nacional y social del paÃs. Por tanto, a partir del siglo XVIII, cualquier momento histórico adquirió una filosofÃa populista, socialdemócrata o socialista. En el proceso de explicar dicha dinámica, fui consciente de que no podÃa tratar muchos aspectos del desarrollo de la clase obrera con toda la profundidad que me hubiera gustado. Aspectos como los movimientos revolucionarios agrÃcolas del siglo XVIII, el desarrollo de comunas en el siglo XIX, el nacimiento de los sóviets irlandeses durante la guerra de Independencia (1919-21) y la lucha filosófica entre el tradeunionismo y sindicalismo. El derecho de asociación obrera no consiguió implantarse hasta veinte años después de que los sindicatos fuesen aceptados en Inglaterra.
Desde 1922, momento en que logra la independencia de la mayor parte del territorio, Irlanda sigue siendo un paÃs dividido. Cuando Inglaterra no pudo seguir ejerciendo su viejo rol imperial en todo el paÃs, aceptó un autogobierno para 26 de los 32 condados, pero conservó el control sobre los 6 condados del nordeste. Esta área se denominó erróneamente Irlanda del Norte, pues la mayor parte del territorio del norte de Irlanda está en la República de Irlanda, mal denominada Irlanda del Sur. Como la partición habÃa pasado por alto la voluntad, expresada polÃticamente, de la inmensa mayorÃa del pueblo irlandés, y se habÃa impuesto por medio de la fuerza militar, sólo habÃa una manera de mantener el poder y de conservar ese territorio dentro del Reino Unido. Como se podrá ver en los capÃtulos más relevantes de este libro, la única manera de hacerlo fue la negación de los derechos civiles de un tercio de la población (o sea, los católicos que se identificasen con la causa nacionalista). El sectarismo religioso nunca fue la raÃz del problema en Irlanda del Norte, sino un sÃntoma cÃnicamente utilizado por el Gobierno para mantener dividida a la población.
Incluso en nuestros dÃas, mucha gente sigue sin entender que Irlanda del Norte formara parte del Reino Unido cuando, en la década de 1960, allà no existÃa nada parecido al sistema de ?un hombre, un voto?. Se regÃa por una legislación (Specials Powers Act, Ley de Poderes Especiales) que habrÃa despertado la admiración de Adolf Hitler o del régimen del Apartheid sudafricano. En la década de 1960, esa negación de los derechos civiles, y la violenta represión del movimiento por los derechos civiles de Irlanda del Norte, fue la chispa que en 1969 desencadenó la erupción de la ?larga guerra? en el Norte.
Hoy dÃa, tras décadas de derramamiento de sangre y años de nefastas negociaciones y tensiones, se ha creado una nueva administración en la que los derechos civiles están amparados por ley, y los representantes de todas las comunidades pueden ser elegidos y reunirse para decidir su futuro en el gobierno local. No todos lo aceptan como una vÃa de futuro. Persisten la suspicacia y la malestar por parte de ambos bandos, y disidentes de ambos lados se han mostrado reacios al abandono de las balas y las bombas como forma de avanzar. Que una nueva vÃa conduzca o no a la reunificación pacÃfica del paÃs y a una Irlanda unida como la existente antes de la partición de 1922, aún está por ver.
La partición del paÃs fue vista por los lÃderes socialistas del momento como la mayor amenaza para la unidad de la clase obrera y sus aspiraciones, porque vieron acertadamente que conducirÃa a la división del proletariado y tal vez a una gran deriva belicista, tal como ocurrió con la Internacional