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16,15 €En silencio, recitamos la Fatiha... Yo la recitaba, pero desconocÃa su significado. Después, mi padre extendió las dos manos abiertas suplicando al cielo, terminó de rezar, se pasó las manos por la cara y besó sus dedos Ãndices. El gesto indicaba que la oración habÃa concluido. SolÃa observar los gestos de aquel alfaquÃ, que para ocultar su identidad de sabio religioso se hacÃa pasar por labriego. SeguÃa sus gestos y me embebÃa de sus palabras, pues para modelar mi identidad no tenÃa más fuente que mi padre... Era el último vestigio de una brillante cultura, lo que quedaba de una civilización que fue esplendorosa. Desde la caÃda de Granada, y quebrantando la firma del pacto sellado entre el rey Boabdil e Isabel la Católica y su esposo Fernando, que incluÃa el reconocimiento del derecho confesional de las minorÃas, los eclesiásticos perseguÃan la total evangelización de la penÃnsula ibérica. Las minorÃas no tenÃan otro camino que la conversión o la expulsión. Continuó mi padre hablando en castellano y dirigiéndose a mi madre: Fátima, prepáranos un caldo sin cuscús, nos podrÃa delatar. Y tú, Zahra, adecenta con un trapo la cruz, que está cubierta de telarañas. Limpia todos los sÃmbolos, puede que tengamos visita en cualquier momento... Pasaje extraÃdo de El alfaquÃ, Hassan Aourid